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Sexo

Prostitutos gays, doblemente marginados

Autor: Antonio Jose Vicente
Fecha de publicación: 11 febrero, 2022

No hay libertad sin culpa, ni éxito sin dolor. Es algo que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida, y que se hace patente con cada decisión que tomamos, con cada momento crucial en el que elegimos un camino u otro. Las decisiones, por supuesto, son para bien y nos llevan a lugares donde queremos estar, o nos sacan de aquellos donde no nos gusta quedarnos. Pero a veces, el resultado de todo eso puede ser imprevisible, porque nadie sabe a ciencia cierta cómo será el futuro. Las consecuencias que acarrean nuestras decisiones nos llevan a hacer más elecciones, y todo ello  en un entorno que puede no ser el más adecuado. En las últimas décadas, la libertad sexual se está ampliando de manera evidente, gracias a la fuerza de los colectivos por los derechos de igualdad y contra la discriminación. Hoy por hoy es mucho más seguro ser homosexual que hace treinta años, al menos en nuestro país.

Y es cierto que todavía hay demasiada homofobia latente en nuestra sociedad, y que los viejos fantasmas no dejan de azuzar el miedo y el odio hacia algo que no son capaces de entender. Pero la situación  ha cambiado para mejor de una manera evidente, si lo comparamos solo con el final del siglo pasado. Es una muestra perfecta de avance, pero que ha traído consigo también mucho dolor, inseguridad e incertidumbre. El colectivo queer sigue peleando como el primer día por sus derechos porque sabe que la conquista no es absoluta, y que acomodarse puede ser el peor de los pecados. Pero todavía hay lugares, sectores en los que se sienten marginados. Estando fuera del sistema, apartados de todo lo demás, por pura necesidad o por una decisión que tomaron en su momento y los ha llevado hasta aquí, cargando con las consecuencias. Cuando se habla de prostitución siempre se alude a las mujeres que son esclavizadas, o a aquellas escorts de lujo que trabajan en las grandes ciudades. Pero los chaperos, los amantes profesionales que se dedican a complacer a otros hombres, están totalmente invisibilizados en un oficio que, de por sí, ya aparece marginado del resto.

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Una alternativa para muchos chicos

Aunque es complicado hablar de datos oficiales o concretos en un sector como el de la prostitución, se estima que más de un 5% de las personas que la ejercen son chicos gais que tienen relaciones con otros hombres. Es un porcentaje ínfimo comparado con el de las mujeres, pero no deja de ser importante porque detrás de cada uno de ellos hay una vida. Una experiencia que les ha llevado a trabajar en este sector, como muchas chicas hacen, por pura necesidad en la mayoría de los casos. Surgen de familias humildes, de barrios conflictivos, y  buscan la manera de obtener dinero de forma rápida. La alternativa del sexo de pago se abre ante ellos como una opción perfecta. Incluso cuando ni siquiera tienen gusto por otros hombres, pero saben que pueden ganar bastante si se entregan con ellos al placer.

Son invisibles en su propio trabajo

El principal problema que tienen estos chaperos es que nadie interesarse por ellos a la hora de tratar el tema de la prostitución a un nivel más serio y académico. Apenas hay estudios centrados en la realidad de los chicos gais que se prostituyen, en contraposición con los libros, ensayos y proyectos que han aparecido sobre la prostitución femenina. Debe ser desolador comprobar que te dejan de lado, o que ni siquiera existes, solo por ser una minoría. Y como pasa con el propio oficio de ofrecer dinero a cambio de sexo, estos chicos se sienten manejados en muchas ocasiones, a merced de sus clientes. Es una situación compleja ya que para muchos clientes, estar con un chico gay es más vergonzoso que estar con una prostituta.

Esos hombres que todavía no han sabido aceptar su orientación sexual y que acuden a este tipo de servicios con vergüenza y hasta cierto reparo. Que buscan la absoluta discreción, porque ser putero es aceptable, pero ser gay les parece algo reprobable… Es la realidad a la que se tienen que enfrentar estos chicos en su día a día, normalmente para sobrevivir, aunque como sus compañeras, ellos también tienen estratos. Hay chaperos que se han convertido en amantes de lujo, solo para hombres solventes que puedan pagarles sus caprichos. Chicos que se mantienen fuertes y sanos, atractivos, como modelos, y que incluso llaman mucho la atención entre mujeres. La mayoría de chaperos, de hecho, se consideran bisexuales, y ofrecen también servicios a mujeres, el otro gran tabú dentro de la prostitución.

Más expuestos al peligro y a los abusos

La prostitución en sí es un trabajo de absoluto riesgo, porque cualquiera que lo realice se está exponiendo, de una forma muy intensa, a un ataque o un abuso. La mayoría de clientes suelen ser cariñosos y no dan problemas, pero es cierto que una prostituta, o en este caso un chapero, debe estar siempre alerta. Existen clientes de todo tipo y por supuesto, y algunos vienen con muy buenas intenciones pero acaban siendo unos auténticos monstruos. Cualquier trabajador del sexo está expuesto a un peligro evidente por el tipo de servicio que ofrece, pero  los chaperos lo están aún más, puesto que han sido borrados por todos y son invisibles para cualquiera que los vea desde fuera.

Cuando una prostituta sufre un abuso o un ataque por parte de un cliente puede avisar a las fuerzas del orden, y seguramente actuarán a su favor. Sin embargo, los chaperos lo tienen mucho más complicado porque es como si su negocio no existiera. Además, está el tema de la violencia de género, que en este caso protege un poco más a sus compañeras que a ellos. Ser un prostituto gay puede ser peligroso, sobre todo en según que ciudades y zonas, pero para muchos es la única alternativa para sobrevivir. Sacar adelante sus servicios y poder ganar algo de dinero, para pagarse los estudios, o sencillamente, las facturas. La exposición al peligro es evidente, pero eso es algo con lo que estos chicos conviven en su día a día.

¿Es la prostitución gay un problema?

Para responder a esta pregunta deberíamos considerar si la prostitución en sí supone realmente un peligro o un problema para la sociedad. En la situación en la que estamos actualmente, con este oficio en un limbo de alegalidad en el que todo se hace al margen de la ley, la situación puede ser peligrosa. El debate sobre la regularización o abolición de la prostitución está más en boga que nunca, pero se plantea desde un prisma equivocado, al menos a nuestro juicio. Y es que la prostitución no va a desaparecer siempre que haya clientes interesados en sexo, y tratar de abolirla solo servirá para estigmatizar aun más a aquellos que llevan a cabo estos servicios. Y entre ellos, el grupo de prostitutos gais que seguramente no encuentren otra forma de salir adelante, con el riesgo de exclusión que esto supone.